sábado, 14 de abril de 2012

Vida de escritor (1 de ∞)



-Te habla Ricochet –anuncia mamá.

Haces la seña que siempre haces cuando alguien te llama por teléfono, es decir, aleteas como un avestruz, luego te inclinas y mueves las manos horizontalmente, hacia adentro y hacía afuera como un umpire de home emocionado de cantarle safe al beisbolista bañado en tierra tras la barrida.

-Ahora te lo paso, mi vida –dice mamá con el auricular pegado a la boca.

Se te saltan las venas del cuello, la cara se te pone toda roja, sacas los dientes, eres un gran Tiranosaurio Rex que vocifera en silencio.

-Hola Ricochet, cuántos siglos, qué gusto saludarte –dices con una ancha sonrisa como si estuvieras sumergido a mediados del siglo XXI donde los teléfonos tendrán (por fin) pantallas para ver en 3D a tus interlocutores.

-Primo, tengo un gran problema… –escuchas a Ricochet mientras mamá baja silbando por las escaleras y tú le regalas un corte de manga al más puro estilo de Cuauhtémoc Blanco cuando los árbitros no le marcan una falta.

En tu familia (como en todas las familias que se dan a respetar) subestiman la profesión de escritor, o más exactamente, la ignoran, hasta que tienen un problema que por ellos mismos son incapaces de resolver.

-Resulta que dejé  pasar diez años para titularme –continúa tu primo, al que curiosamente no has visto en una década-, entonces pensé, ¿quién está desempleado en la familia? De inmediato pensé en ti.

-No estoy precisamente desempleado –te defiendes-, escribo en el periódico.

-Por eso me animé a llamarte –explica tu primo-. Necesito que alguien que sepa escribir me haga mi tesis. 

Viajas en el tiempo: la última vez que le hiciste una tarea a alguien esa persona terminó mamándotela.

-Ahora estoy algo ocupado, ¿sabes? –intentas zafarte del encargo.

-Oh, primo, obviamente te pagaría –puedes sentir la indignación en cada una de las palabras de Ricochet escurrir por el auricular como una baba pegajosa.

Los escritores suelen tener principios, y tú no eres la excepción: imposible cobrarle a los amigos, menos a la familia. Vuelves a viajar en el tiempo: 4 años atrás tu mejor amiga llegó rogando para que le ayudes con su tesis. Como era previsible, te negaste. Le dijiste que tenías mucho trabajo. “Oye, pero tú no trabajas, solo publicas unos articulitos en el periódico”, te soltó el berrinche. Dos horas de discusión más tarde (y de implorarte que le cobraras), tu mejor amiga finalmente entendió que un novelista como tú tiene bloqueos literarios cuando se trata de investigaciones académicas. “Te la mamo si me haces unos capítulos de la tesis”, escuchaste de sus labios, y en tu cabeza hubo un sonido mucho más bonito que el que hacen las monedas al tintinear unas contra otras.

-¿Exactamente de cuántos capítulos estamos hablando? –preguntaste por curiosidad.

Cuarto de hora de negociación bastó para llegar a un acuerdo. Sería de a capítulo por mamada. Una tesis gruesa, como marca la ley. Por desgracia tu inspiración y motivación fueron tantas, que los capítulos te salieron tan brillantes, tan luminosos y tan poéticos, que el profesor reprobó a tu mejor amiga por sospechar que la tesis solo pudo ser obra de un escritor profesional. Ambos terminaron perdiendo (solo a principio de cuentas): ella reprobó la licenciatura de ciencias políticas, y tú te quedaste sin la mitad de tus anheladas mamadas.

-Ese no fue el trato, yo cumplí con mi parte –reclamaste indignado.

Tu mejor amiga hizo oídos sordos. Se negó a dar las mamadas adeudadas.

-No te metiste bien en el personaje –te increpó-, debiste escribir como una inocente colegiala, no como un puto intelectual que quiere cambiar al mundo.

Dos semanas después, abriste el periódico. Justo a un costado de un artículo tuyo, aparecía tu mejor amiga. Se veía coquetísima con todo y toga. El encabezado anunciaba su graduación con honores en ciencias políticas. En la fotografía se le podía ver al rector de la universidad una inusual y ancha sonrisa, digna de un hombre al que se la han mamado con delicadeza y prestancia. Tu amiga había nacido para ejercer en la política.

-Entonces qué, ¿me vas a ayudar? –la pregunta de Ricochet del otro lado de la línea te aterriza en el presente-. ¿Cuánto me cobras? ¿Bueno? ¿Sigues ahí?

6 comentarios:

SDPnoticias.com dijo...

Publicado en:

http://sdpnoticias.com/columna/8280/Vida_de_escritor_1_de

Pueblo Guerrero dijo...

Publicado en:

http://www.pueblo-guerrero.com/2012/04/17/index.php

El Foro de Taxco (Guerrero) dijo...

Publicado en:

http://www.elforodetaxco.com/diarioweb1564/diario1564.pdf

Diario de Zihuatanejo (Guerrero) dijo...

Publicado en:

http://www.diariodezihuatanejo.net/2012/04/pildorita-de-la-felicidad_16.html

Blog de Guerrero dijo...

Publicado en:

http://guerreromexico.multiply.com/journal/item/1734/1734

Bruno Martínez dijo...

Publicado en mi vida entera.

Sección que se ganó mi amor inmediato!

Y antes que mamarla, que me cocinen algo delicioso.