lunes, 23 de enero de 2012

Los malinterpretadores


“Que hablen mal de uno es espantoso. Pero hay algo peor: que no hablen.”
- Oscar Wilde


Los mexicanos somos famosos por no aceptar nunca los errores que cometemos, no importa cuan flagrantes y evidentes hayan sido; y no solo eso, sino que tenemos la osadía (en caso de que se nos presione y reclame el  arrepentimiento) de transferir la bochornosa carga de la mea culpa a la sociedad. Por ejemplo, tomemos los casos de dos “mártires” de “moda”.

Kate del Castillo está harta del país, de la sociedad, de los políticos, los medios, las instituciones, las leyes, la religión, y despotrica contra todos ellos (vía Twitter y en el autoexilio), exigiendo que debiéramos cambiar, ser diferentes, ser una sociedad del primer mundo. Entonces le pide ayuda a alguien peor que los políticos, a un narcotraficante. “Sin oferta no hay demanda, anímese don (al Chapo Guzmán), sería usted el héroe de héroes, trafiquemos con amor, usted sabe cómo”, le dice, entre otras chifladuras como traficar alcohol en los asilos de ancianos.

Minutos después el nombre de Kate aparece en los noticieros. En los programas de variedad (que para el caso vienen a ser lo mismo que los noticieros). En las redes sociales. Kate es Trending Topic en Tiwtter. “Yo estoy en contra de hacerle bullying a Kate del Castillo”, dice disfrazado de superhéroe Carlitos Loret de Mola en el programa Tercer Grado, el sexy periodista defensor de las causas nobles, traducción: de las mujeres guapas y los hombres guapos que dicen y hacen disparates.

Como no somos tontos (o eso creemos) seguimos retweeteando y compartiendo las palabras de Kate en Facebook; crece inclemente e incesante el torbellino de burlas, chistes e insultos. Kate, luego de pensárselo casi una semana, se pronuncia públicamente.

“Lo siento mucho, de corazón, me dejé guiar por mis personajes de la televisión, soy una artista de método, la Reina del Sur (o tal vez mi breve personaje en la obra maestra Weeds) hablaron por mí, así de serio me tomo la actuación”, pensamos que escribiría en su carta de disculpas.

En cambio, Kate nos vuelve a sorprender. “Es desafortunado que algunas personas hayan malinterpretado mi tweet que su única intención era ser un mensaje de paz”. Y remata con esta joya: “Si lo leen en su totalidad entenderán que fue más un monologo interno con un poco de ironía. Paz y amor para todos, Kate”.

¿No hubiera sido más sencillo que en vez de inventar una nueva corriente de expresión como “monologo interno irónico” (traducción: echarnos la culpa a nosotros por no tener el coeficiente intelectual de performanceros neoyorkinos) enviara un tweet que dijera: “Me entró la menopausia, sorry”?

Otro ejemplo que nos retrata en materia de esquivar o desentendernos de las pifias propias, es el “comediante” Platanito. El payaso consentido de la televisión por paga mexicana dijo en un show el siguiente chiste: “¿Saben de qué murió Michael Jackson? De desesperación, que por que le quemaron una guardería allá en Sonora, entonces arrrgh, se puso así (risas del público). Ay, no se burlen, wey, pobres chavitos al pastor, no sean culeros (risas del público). Aparte ya no hay guardería, ahora abrieron un changarrito que se llama Kentucky Fried Children (risas del público)”.

Raudo y veloz, Platanito salió a dar las respectivas disculpas públicas que se esperan de alguien que es satanizado por insensible, subiendo un video en YouTube donde se despoja de su disfraz y habla a nombre de su verdadero yo, es decir, Sergio Verduzco, al borde de las lágrimas: “Nunca debí haber contado ese chiste, pero lo hice… el video que ustedes vieron en las redes sociales fue grabado de un show privado y fue distribuido sin mi autorización, su contenido no tiene absolutamente nada que ver con las señales de Telehit ni de Televisa, esto es parte de mi espectáculo en vivo…”

¿Acaso los shows privados son exclusivos para gente perversa y los shows de televisión para personas altruistas? ¿Cambia en algo el sentido del chiste si el video hubiera sido distribuido con la autorización del autor? Al mencionar que su video fue subido a Internet sin su consentimiento nos dice veladamente (o no tan veladamente) que no es toda su culpa, si no que gran parte de la culpa (si no es que toda) es del imprudente y desalmado hombre (o mujer) que lo grabó e hizo público. Y mencionar a Televisa de refilón (o como punto neurálgico del mensaje de arrepentimiento), revela una clara señal de “por favor, no me corran, cuando aparezco en su televisora soy igual de hipócrita que todos los programas que transmiten ustedes”.

Y continúa Sergio Verduzco, alias, Platanito en sus “disculpas”: “quiero comentar que nunca fue como burla (el chiste), al contrario (?), quiero decirles que yo soy una persona que se compromete con los niños de México, yo soy un donador de la Fundación Michou y Mau, que es una fundación que está muy cerca de estos niños quemados, quiero decir que también he donado mi trabajo a otras fundaciones, también he donado mi trabajo para recaudar fondos para ayudar a niños con problemas del corazón y poderlos operar, y quiero decirles que estoy comprometido con toda la niñez de México a seguirlo haciendo (no aclara si el chiste o sus labores altruistas)…” 

Conclusión: en un caso como éste (es bien sabido que los mexicanos somos famosos por burlarnos hasta de la muerte), la disculpa hubiera sido bien fácil, incluso alcanzaba en un solo tweet: 


viernes, 13 de enero de 2012

“Publicidad” se escribe con “H” (de “hipócrita”)


Atención, éste es uno de los artículos científicos más largos y mejor logrados que he escrito en toda mi carrera literaria. Tengan paciencia, prometo que algo aprenderán de todo esto (e incluso hasta puede que lleguen a divertirse), y si son lo suficientemente inteligentes reenviarán este artículo-cadena-investigación, que no es por alabarnos, merece el Premio Nacional de Periodismo, o como mínimo, el Premio Estatal de Periodismo de Campeche, galardón que siempre nos niegan para otorgárselo a algún “periodista” pantagruélico que aparece en la televisión diciendo veladamente que votemos por los mismos sinvergüenzas de siempre porque la cadena de televisión que les da de comer es solo uno de los tantos instrumentos de propaganda de los partidos políticos.

Nota: esta investigación la llevamos realizando minuciosamente desde el año 2007, como una herramienta para dar respuesta al obstinado comportamiento de las mexicanas en idolatrar y elegir como sus mesías y amos a personas bien parecidas. No se deje engañar, los antropólogos, historiadores y estudiosos del comportamiento humano se equivocan al asegurar que toda la culpa se debe a 500 años de conquista europea. La respuesta es más simple que eso.  


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Todo comienza con el viacrucis que es la carrera contra el desempleo. Nos zambullimos en Internet y en pantalla aparece la siguiente imagen: 




¿Qué es lo primero que nos viene a la mente al ver el banner con que se anuncia la página empleos.com.mx? Nuestra tercera reacción, luego de pensar que tal vez deberíamos llenarnos la cara de esos hilos de oro que usan las ex-esposas de Donald Trump para quitarse las arrugas y que nuestras novias son muy malas por no tener ojos azules, es preguntarnos, ¿habrá alguien capaz de tomarse a estas personas en serio luego de ver su publicidad? ¿Quién puede ser tan cínico para decir que Brad con su corbata azul y Janet con su blusita rosa, los dos con al menos ochenta mil pesos encima entre cortes de cabello, depilado de cejas, tratamientos de ortodoncia y cremas microplanchadoras, son personas “como nosotros”? ¿Desempleados “como nosotros”? ¿.mx “como nosotros”?

Si algún día sentimos un deseo irresistible de audicionar para la próxima campaña de Hedi Slimane, o para un papel en “El Argentino 2: Infierno en la Jungla”, sin duda empleos.com.mx será la primera página que visitaremos. Mientras tanto, si vamos a recurrir a una agencia de empleos, al menos deberíamos ir a una que tenga la menor idea de como luce la gente como nosotros, común y corriente.





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Una de las consecuencias de ser un hombre desempleado es que se cuenta con demasiado tiempo libre. Digamos que hace unas horas, mientras veíamos la tercera parte de la trepidante saga de películas de acción-horror-ciencia-ficción-churro-de-zombies basadas en el videojuego Resident Evil, una pregunta nos tomó por sorpresa privándonos de apreciar la trama en toda su complejidad: ¿Por qué la catástrofe que ocurrió en las películas anteriores y que convirtió a la inmensa mayoría de los habitantes de la Tierra en un montón de chontos despellejados sedientos de sangre fue tan considerada que respetó únicamente la vida del 1% más fotogénico de la población?




Según pudimos entender (aunque francamente no prestamos demasiada atención), en la película, una misteriosa corporación llamada Umbrella fue la responsable del exterminio de la humanidad, esto debido a un virus experimental que escapó de sus laboratorios y se fue derechito a cumplir el único fin para el que fue creado: eliminar a toda persona, como diría Lupita Jones u Osmel Sousa, "estéticamente inaceptable".

Ese es el mundo del cine. En la vida real, el papel de Umbrella es interpretado por las agencias publicitarias, la industria de la moda y la del entretenimiento, y muchos otros peces gordos que emplean métodos que, si bien no han sido tan rápidos como el virus que usaron en la película, son casi tan efectivos: desde el lanzamiento a la fama de Twiggy hasta el día de hoy no han pasado 50 años, y ese tiempo ha bastado para lograr que nueve de cada diez personas se sientan insignificantes si no son capaces de entrar en unos pantalones talla 0.

Supongo que habrán notado la minuciosidad con que las empresas estructuran sus campañas y anuncios publicitarios, siempre coqueteando con los límites de lo que es legal pero rara vez cruzando la línea. Las cigarreras, las cerveceras, las refresqueras y los productores de comida chatarra siempre ponen al final de sus anuncios en letras perfectamente legibles y claras (para los halcones, linces, francotiradores o cualquier híbrido de los recién mencionados) leyendas como “Come frutas y verduras”, “Aliméntate sanamente” o “Haz ejercicio”. Es su forma sutil de decirte que te están desnutriendo o matando, y que es tu responsabilidad hacer ejercicio o alimentarte sanamente para que sus productos no te maten… al menos no tan rápidamente, de manera que puedas seguir consumiéndolos mientras formes parte del sector económicamente activo de la población.




Como era de esperarse, los productos de belleza no podían ser la excepción. Los mercadólogos de Chanel decidieron que el rostro de su campaña publicitaria fuera la famosa, aclamada, nominada al Oscar y anoréxica Keira Knightley. Desde luego, de todos los calificativos mencionados sólo el último ha sido desmentido por la actriz, quien en incontables ocasiones ha dicho a la prensa que su abuela fue quien padeció anorexia, al igual que su madre, pero que ella nunca ha sufrido tal enfermedad. Y como podemos constatar en la fotografía del anuncio, está diciendo la verdad. Incluso podría quitarse el bombín de Charles Chaplin y no encontraríamos que sus senos han desaparecido entre las rendijas de su caja torácica.

Mientras se decide si son peras o son manzanas, la gente de Chanel se ha anticipado a todo escándalo futuro incluyendo en la esquina inferior izquierda de este anuncio la leyenda “SALUD ES BELLEZA”. Traducción: Come frutas y verduras. Vomitarlas o no es tu decisión.


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Hace pocos años no había mujer que cupiera en sí misma de orgullo y felicidad cuando en alguna conversación salía el tema de la Campaña por la Belleza Real de Dove. Esa campaña, que fue implementada en todo el mundo, utilizaba como modelos a mujeres semi-viejas, semi-gordas, morenas, pecosas, etc., a las que peinaban, maquillaban y photoshopeaban hasta quedar irreconocibles para luego fingir que la empresa estaba interesada en promover un ideal de belleza diferente al convencional (léase Alessandra Ambrosio).

¡Incluso hicieron una Fundación Dove para la autoestima! ¡Cuánta nobleza la suya!

¿Por qué tendríamos un problema con todo eso?




A: La antes mencionada manita de gato con la que convirtieron a estas "bellezas reales" en versiones idealizadas de las mujeres de verdad. ¿No es exactamente lo mismo que hacen en todos los demás anuncios comerciales?





¿Notaron la ausencia de chicas gordas y de indígenas? ¿Por qué necesitarán subir su autoestima los querubines preadolescentes que aparecen en la portada? Mis vidas, siempre va a haber otra niña más bonita que ustedes. Eso no quiere decir que tengan que sentirse mal. Ahora a seguir creciendo, que van por buen camino.

C: Dove pertenece a Unilever, que también es dueño de Slim Fast, cuya misión en este mundo es hacerte creer que puedes dejar de ser un(a) gordo(a) si consumes sus malteadas (eso sí, combinándolas con una dieta balanceada, ejercicio y agua), y de Axe, la marca líder en publicidad que idealiza a las mujeres como unas ninfómanas flacas, pechugonas y frecuentemente encueradas.




Entonces qué, ¿seguimos alucinados con los esfuerzos de esa empresa por promover ideales de belleza saludables?

Naturalmente, por eso, proponemos la siguiente fundación:





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En pleno siglo XXI, justo cuando las mujeres se creían independientes y libres al punto de sentirse con el derecho de robar nuestros trabajos, los hombres ignorábamos algo.




Mónica Ruíz es una mujer independiente y segura de sí misma, al grado que gracias a su coeficiente intelectual (y a Vicky Form, por supuesto) es la preferida de todos los albañiles de la obra. Y cómo no serlo si hasta se toma la molestia de realizar tareas innobles para un ingeniero, como la de clavar.

He aquí unos rápidos tips para lograr un éxito laboral como el de Mónica:

Si eres doctora, olvídate de la bata y todos los años que estudiaste medicina. De ahora en adelante preséntate al hospital vestida en lencería y con un estetoscopio enrollado en el cuello para que los pacientes sepan que tú eres la doctora.

¿Así de fácil? Pues sí. Este método es aplicable en todas las profesiones; cuestión de llevar encima las herramientas necesarias para el trabajo que realices, es decir, las maestras deberán llevar lencería, una tiza y un borrador; las reporteras llevaran lencería, una libretita y una pluma; etcétera.

Ojo, si eres una perdedora en tu trabajo visita la página web de Vicky Form para que Vicky te enseñe a dejar de serlo.

NOTA IMPORTANTE para los hombres: no confundir la página de Internet de Vicky Form con las páginas de trata de blancas donde piden a sus prostitutas los fines de semana (y entre semana) para engañar a sus independientes esposas y novias.

Se aplican restricciones: para tener éxito con la actitud Vicky Form tienes que tener el cuerpo y el culo de dimensiones photoshopeadas (más parecido al de una cebra que al de un ser humano) como el de Mónica Ruíz.


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Otra empresa que dignifica, apoya y valora a la mujer mexicana es Tania




Tania paga carretadas de dinero a mujeres de ascendencia finlandesa, como la modelo de la foto. O como las mujeres de tez blanca como la arena y de cabelleras blondas como el oro que aparecen en su página de Internet, las cuales se nota a leguas que son muy mexicanas.

¿No lo creen? Pues tontas de ustedes por ser tan incrédulas. Y por si no lo sabían, Tania te invita a que le cuentes tu historia, para que así tú, mexicanota que eres, seas la protagonista de: “El Libro de la Mujer Mexicana”.




Nótese que en el encabezado “Cuéntanos Tú Historía” dos terceras partes del mismo están escritas con faltas de ortografía (“Tú Historía”). Brillante inicio para alguien que quiere publicar un libro.




La Historia de Lupita Acosta Nava de Manzanillo, Colima.
Soy la mayor de 8 hermanos, mi padre por machismo, siempre quiso que su hijo mayor fuera hombre y el hecho de haber nacido mujer, me creo muchìsimos problemas, por que a mis hermanos hombres todo se les permitio y mi padre siempre quiso que lo que mis hermanos pidieran o hicieran, se le obedeciera y siempre estube en contra de esa imposiciòn, siempre le pedia a dios que mejor hubiera sido hombre.Hoy estoy totalmente convencida que dios no se equivoco, naci mujer, soy una gran mujer, tengo dos hijos maravillos, un nieto que adoro, despues de un divorcio desastroso, hoy mantengo una relaciòn excelente, aprendi que a mi edad tengo una vida propia, aprendi que puedo ser sexy, que puedo ser sensual, que puedo tener una sexualidad plena, hoy aprendí que tengo capacidad de amar. Hoy le doy Gracias a Dios por Ser Mujer.


Un bravo y un ¡hip, hip, hurra! por Lupita, nos enorgullece que pueda ser sexy, pero le recomendamos que en vez de andar refocilándose con traileros mejor se matricule en una primaria y aprenda a redactar una carta con menos faltas de ortografía.

¿Por qué será que Tania no premia a las mejores escritoras poniéndolas en la portada de sus anuncios? ¿A poco no sería eso bonito?





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Para concluir, adentrémonos de lleno en materia literaria (según colegas suecos, el único camino hacia el primer mundo). En días pasados, Enrique Peña Nieto (futuro presidente de México, las encuestas no mienten) causó gran revuelo en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara al poner en evidencia que no lee libros, síntoma del 90% (o más) de los mexicanos.

Esta exposición pública de ignorancia le habría costado al futuro presidente de México (según analistas políticos) 3 puntos en la preferencia de los votantes. 3 puntos que representan en un 100% a las mujeres amantes de best-sellers motivacionales.




Hagamos una pausa para dar respuesta a la pregunta (porque tiene que ser una pregunta y no una afirmación, como sugiere la falta de signos de interrogación en el título), los hombres no aman a las cabronas. Aman a las mujeres buenas, y cuando decimos buenas nos referimos a las mujeres como la chica de la portada del libro.

Hasta la fecha no ha nacido hombre que ame a una gorda horrible que además sea una cabrona.




NOTA: ¿Así que piensan que también nosotros estamos siendo hipócritas por escribir esto luego de todo este artículo interminable? Bueno, léanlo todo de nuevo desde el principio (y no olviden reenviarlo y compartirlo con sus amigas en el Facebook) y se darán cuenta de que no es el hecho de ser gordita el que hace digna de todo desprecio a la mujer, sino el hecho de ser cabrona. A la cabrona de la portada original no la amas, la toleras, y eso únicamente por su apariencia.

¿Quedó claro por qué las mujeres llevarán a la presidencia al guapísimo Enrique Peña Nieto, o en su defecto, a la candidata intelectual que sí lee, y no solo eso, sino que es la autora del feminista best-seller Dios mío hazme viuda por favor?

Inconscientemente las mujeres mexicanas desean ser preñadas por un macho alfa hermoso, entiéndase un político bonito para que las llenen de hijos arios, futuros líderes de México.





Ésta investigación (al igual que el Photoshop) no hubiera podido ver la luz sin la ayuda de P.

viernes, 6 de enero de 2012

Milagro navideño



-Te prohíbo que salgas a la calle con ese suéter.

-Déjame, lo vas a romper.

-Eso es lo que quiero.

-Suéltame, te prometo que si le haces un hueco más…

-¿Qué? ¿Qué me vas a hacer? Sabes que podría bajarme el pantalón y cagarme sobre tu suéter y no me harías nada.

Fiera tiene razón. El amor es capaz de todo. O mejor dicho, de soportarlo todo. Cuando amas a alguien (de verdad) estás dispuesto a recibir toda la mierda del mundo, masticarla, tragarla. Eso es el amor, ni más ni menos. Engullir como una mosca u otro insecto repulsivo todo el excremento que se te ponga por delante, con el corazón latiéndote bien fuerte.

-Si me amas –hago carita de perro triste- suelta mi suéter, por favor, es mi suéter de la suerte, con el que escribo todas las mañanas, lo tengo desde la adolescencia.

-Vete a la miarda –Fiera aleja sus garras de mi suéter, no sin hacerle un hueco más al harapo que cubre mi humanidad.

-Gracias, te amo.

-Nada de te amo, cuando consigas trabajo y salgas a la calle a ganarte la vida, voy a incendiar todo tu clóset.

-No serías capaz.

-Qué poco me conoces, me verás bailando alrededor del fuego –Fiera hace una danza primitiva, los ojos enloquecidos, dando brincos hasta salir del cuarto.


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El mundo parece sonreírle a todo el mundo, en Facebook leo que mis compañeros del FONCA celebran que les han depositado el último pago de la beca, finalmente, pues nadie leyó las letritas pequeñitas del contrato que decía que el último pago se efectuaría a fin de mes, y no en los primeros días. Entristezco. Traducción: El año se ha ido como un suspiro. Parece que fue ayer cuando en mitad de la madrugada una llamada telefónica me sacó de mis placidos sueños; era Fiera que gritaba desde el otro lado de la línea diciéndome que me habían otorgado la beca por la que había luchado por más de un lustro y ahora (al menos por un año) no tenía excusa para no escribir su biografía, que recibiría un pago puntual mes a mes como todo un escritor de verdad.

Estupefacto, miro la pantalla del cajero bancario, mi saldo resplandece en ceros. Un río de gente, las sonrisas a flor de piel por verse próximos a despilfarrar sus aguinaldos, de puntitas avanzan ansiosos milímetro a milímetro a mis espaldas. Puedo sentir sus respiraciones detrás de mis orejas, sus vibraciones para que deje de ver como un autómata la pantalla del cajero, que retire de una maldita vez el dinero de mi cuenta y ahueque el ala. Qué vergüenza. No hay nada más triste, en especial en época navideña, que entrar y salir de un cajero sin un centavo en los bolsillos. Decido capotear la humillación pública: con mis mejores dotes de mimo, hago la pantomima de sacar dinero invisible del cajero y llenar de aire mi cartera. Guardo la cartera en el pantalón y me doy media vuelta con una ancha sonrisa de CEO (o como se llamen esos bandidos de cuello blanco que han quebrado al mundo capitalista).


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Mi asesor de la beca del FONCA me promete que a principio de año hablará con los responsables de efectuar los pagos para saber por qué no me depositaron mi último cheque, aunque tiene la sospecha de que se debe, más que a un mal entendido (como creo yo y se lo hice saber en un interminable mail plagado de angustia y miedo) a que no finalicé la biografía de Fiera Rodríguez.

No debes preocuparte, escribe mi asesor en el mail que me da por respuesta, hasta la directora del FONCA estaba al tanto de que tu novela más que una novela era un blog reality show, no por nada te eligieron a ti sobre el resto de tus compañeros para hacerte una entrevista delante de las cámaras, para que quedara registrado (quizá inmortalizado) el penoso rumbo que está tomando la literatura mexicana en este nuevo milenio.

Tú tranquilo, así finaliza el mail que me envía mi asesor, a principio de año debe solucionarse todo.

-Tengo un muy mal presentimiento –dice Fiera a mis espaldas, leyendo la pantalla de mi laptop-, eso te pasa por enfocar toda tu energía en esa revista argentina de miarda.

-No sabes lo que dices –pongo mi mejor cara de niño regañado-, Orsai es la mejor revista del mundo.

-¿Ya te pagaron?

-Están en eso.

-Pinches argentinos, son todos unos ladrones.

-Claro que no. Además son mis amigos.

-Ja, el dueño es un gordo, y nada bueno viene de los gordos.

-Deja de atacar a mis amigos, además, en Orsai yo hubiera publicado gratis.

-Sí, como en todas las pinches revistas que te publican, ni una sola te paga un peso.


-Sí, la manejan argentinos, la peor escoria de la humanidad.

-Oye, para tu información, con tal de aparecer en Orsai hubiera pagado de mi propio bolsillo.

-Dirás de mi bolsillo, llevo dos meses prestándote dinero.


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Faltan pocas horas para que nazca el niño Jesús. El centro comercial es el pandemónium. La gente corre enloquecida de un lado para el otro. Si los directores de películas apocalípticas fueran inteligentes, ahora mismo deberían sacar sus cámaras de cine para registrar este espanto, se ahorrarían una millonada en producción, sets y extras.

-Voy al Wal-Mart por las cosas que hicieron falta para la cena –dice Fiera.

-Yo voy al cajero a ver si ya me depositaron.

-Ya te dije que los argentinos son…

Beso la boca de Fiera. Quien nos viera en la lejanía diría que está delante de una postal poética, el amor dándose una pequeña licencia en medio del caos. Irrumpiendo en mitad de un mundo que se colapsa, que se golpea, que se da empellones y codazos por hacerse de uno o varios productos que ingenuamente creen les granjearán la felicidad que no hay en sus corazones.

-Prometo que el próximo año nos casamos –le digo a Fiera mirándola a los ojos con una seguridad insospechada en mí-, antes que se acabe el mundo voy a ser un escritor famoso, mis novelas reventarán el mercado editorial, seré un best-seller, voy a comprarte una casa y a tirar a la basura mi volcho que tanto odias.

-Me conformo con que me regales algo de navidad –dice Fiera con los ojos llenos de ilusión.

Sin decir una palabra más, giro sobre mis talones. Siento un aura cósmica de buenas vibras envolviendo todo mi cuerpo. Mis pasos son firmes. Invencibles. De héroe de acción. Todo se torna en cámara lenta, la escena es mítica: gente corriendo enloquecida y la hermosa chica tetona mirándome con admiración; lo único que falta son las explosiones nucleares detrás mío.

Con determinación, con pensamiento positivo, pateo la puerta del cajero bancario. Nadie voltea horrorizado pensando que van a asaltarlo porque el cajero está desierto. Meto mi tarjeta. En pantalla la horripilante realidad me abofetea. Dos redondos ceros me recuerdan que no soy Will Smith salvando al mundo. Tan solo soy un hombrecillo incapaz de salvarse a sí mismo. De vivir en un mundo que se le hace cada vez más ajeno, agreste.

Un olor a mierda, a basura, al mismísimo Infierno me saca de mis peores miedos terrenales. Un vaho hirviente, putrefacto recorre mi nuca y me envuelve el cuello. Un latigazo de espanto sube y baja a la velocidad del rayo por toda mi columna vertebral.

-Ag ga di ro mu no –me susurra al oído una voz cavernosa, entrecortada, inteligible.          

Finjo no escuchar la voz de ultratumba, no sentir la presencia putrefacta que empieza a darme empellones en el brazo, a tirar de la manga de mi suéter milenario que empieza a deshilacharse entre unas garras mugrientas.

-¿Qué desea? –pregunto con un hilo de voz dándome lentamente la vuelta.

¿Han visto alguna vez la escena del vagabundo de Mulholland Drive? Por supuesto que no. Las películas de David Lynch solo las ven los cuatro ojos de pasta ancha aspirantes a ser becados por el FONCA.

En ese caso tendrán que usar su imaginación. Imaginen al tarado o subnormal que hurga en los basureros de su colonia, es decir, un ser desdentando, el cráneo en carne viva, la cara llena de pelos, los ojos amarillentos y saltones, el cuerpo cubierto por harapos manchados de excremento y mucosidades; ahora eleven toda esa repulsión al cubo y aderécenlo con un estruendo de violines al dar la media vuelta completa y toparte nariz con nariz con la criatura de las profundidades del averno que acabas de imaginar.

-¿Necesitan ayuda? –pregunta una adorable ama de casa regordeta que ha entrado al cajero.

En el acto bajan los decibeles de espanto, comprendo que la bestia del inframundo que tira de la manga de mi suéter en realidad es solo un retrasado mental que quiere que lo ayude a sacar dinero.

-Ag ga di ro mu no –me muestra una tarjeta bancaria entre sus manos pútridas y hace unas señas para que la inserte en el cajero automático.

Obedezco por compasión. Es lo mínimo que puedo hacer. Sabrá Dios a cuántos leprosos ayudó Jesucristo cuando tenía mi edad. La criatura empieza a moverse con desenvoltura. Me sorprende entregándome un papel donde leo cuatro dígitos. Lo escalofriante no es que la aberración de la naturaleza que tengo a un costado posea un NIP, sino que su NIP sea idéntico al mío. Incluso su horrenda caligrafía. Me doy vuelta para comprobar cara a cara el peor de mis presagios.

-Su amigo acaba de irse –me dice la afable ama de casa-. ¿Ya terminó de usar el cajero? 

Sin dar respuesta, regreso la mirada a la pantalla. Ingreso el NIP. Resplandece una cifra exacta que corresponde a la suma de lo que debió depositarme la revista Orsai y el último pago de la beca del FONCA.

-Feliz Navidad, joven –dice la ama de casa al verme salir corriendo con la cartera llena de dinero.

Un mar de gente corre por los pasillos de la plaza. Imposible adentrarme entre la corriente humana. Una mano tira de mi manga. Mi suéter termina de deshilacharse.

-¡Dios mío! Apestas a miarda –dice Fiera alejándose de mí-. Ni loco vas a ir a así a la cena en casa de mis papás, pareces un vagabundo. 

Estiro el cuello y veo desaparecer a mi yo del futuro entre una muchedumbre de rostros sonrientes, llenos de ilusión por llegar a casa y cenar con sus familias. 

domingo, 1 de enero de 2012

Un castigo muy original (versión corta)


“Quédate siempre detrás del hombre que dispara y delante del hombre que está cagando. Así estás a salvo de las balas y de la mierda.”
- Ernest Hemingway


La Biblia es un compendio de chifladuras. La más chiflada de todas, es esa donde se afirma que el castigo que Dios le dio a Adán y a Eva por comer el Fruto Prohibido fue la del exilio del Paraíso Terrenal, o sea, tener que ganarse el pan con el sudor de su frente y la tontería esa de que sus hijos nacerían con el Pecado Original.

De original no tiene nada esta historia. De verídica, menos. Lo que yo creo (lo cual es una verdad absoluta y apabullante si le echamos una ojeada al modus operandi de Dios a través de la historia; véase las lluvias de fuego, los maremotos, las plagas, las úlceras, las órdenes y amagos de infanticidio a Abraham, etcétera) es que el Creador, soberbio y rencoroso como el que más, al ver que sus mascotas favoritas habían comido una manzana de su árbol exótico, montó en cólera y, con esa mente retorcida y perversa que posee, se le ocurrió el peor de los castigos: el culo.

El hombre moderno, civilizado y metrosexual de hoy día subestima este castigo, es decir, ven con indiferencia que tanto hembras como machos deban expulsar de su cuerpo kilos y kilos de mierda por los siglos de los siglos, amén; pecata minuta, todo por creernos muy listos porque salimos de las cavernas, abolimos la esclavitud, dejamos de darle cicuta a los filósofos, de prenderle fuego a los científicos y astrónomos, sobrevivimos al baño de sangre de la Revolución Francesa, creamos constituciones, la democracia, la Ley Federal del Trabajo, inventamos la televisión, el Internet, el YouTube y un santuario para cagar a gusto llamado “baño” donde están los tres mejores inventos de la humanidad: el bacín, el Charmín y el destapacaños.

Incluso (cumbre de la civilización humana), le pagamos carretadas de dinero, dejamos que se reproduzcan y se casen con nuestras madres, hermanas e hijas, y (¡esto es el colmo!) les llamamos doctores a los enfermos que sienten infinito placer por meternos el dedo en el culo cuando cumplimos 40 años.

A mi me disculparán, pero tener culo y todo la parafernalia que conlleva poseer ese oscuro orificio entre las nalgas, es un asco. El culo es un invento demoníaco. Dantesco. Horripilante. Y las personas que dicen que cagar es un placer, en realidad no son más que unos enfermos. Todos ellos. O lo que es lo mismo: los curas, los descendientes directos del imbécil que se inventó en la Biblia el Pecado Original, aquel pervertido (me niego a llamarlo atleta) que se cagó en mitad de la calle en la prueba de caminata en la Olimpíada de Seúl ‘88 teniendo el pésimo gusto de finalizar la prueba sin limpiarse el culo, mi primo P y mi hermano. 

Si uno es observador termina por descubrir (un consuelo devastador) que siempre hay un enfermo en cada familia. No hay pierde. Estos enfermos aseguran que no hay mayor placer en esta vida terrenal que cagar.

Durante muchos años mi hermano fue feliz. Obviamente les estoy hablando de tiempos hasta minutos antes del día que se mudó a vivir bajo el mismo techo que la sociópata de su mujer. Mi hermano era Adán antes de conocer a Eva. Iba a su aire. Inmortal. Invencible. Un semidios. Además era un tipo cultísimo. Un sabio. Casi un filósofo. Pasaba horas encerrado en el baño leyendo. Desde luego, mamá y la sirvienta pagaron el abominable costo de esta educación sui géneris. Durante fragorosas horas, mamá y la sirvienta, armadas con guantes de goma, destapacaños, ácido muriático y otros menjurjes tóxicos, combatían las gigantescas y variopintas bestias que se resistían a irse de este mundo por el caño.

Al cumplir la mayoría de edad, mi hermano (ignoro si por creerse un hombre de verdad o porque mamá sufrió escoliosis) empezó a hacerse cargo por propia mano de sus monstruosas creaciones. Recuerdo que la primera vez que salió del baño tenía la cara pálida y devastada como la de las adolescentes cuando salen de una clínica de abortos clandestina. Sin embargo, a la semana empezó a agarrarle el gusto al destapacaños. Incluso se alimentaba con raciones dobles de comida no por ser un gordito sino para buscar un rival digno que le diera batalla y del cual pudiera sentirse orgulloso.

-¡Ven a ver esto, te lo ruego, no te lo puedes perder! –exclamó un día para que lo acompañase al baño; sus ojos eran los de un padre orgulloso que apunta tras el cristal de la sala de maternidad la incubadora de su primogénito macho.      

Existen registros fotográficos. Cantidad. Les digo que mi hermano es un enfermo. O tal vez sea que yo soy un ignorante.

-Eres un ignorante, se llama arte moderno –me dijo indignadísimo P (otro enfermo) al ver que casi me vomito al sacar de su librero un inmenso y gordísimo libro de pastas acolchonaditas blancas, de lo que ingenuamente creí eran varios cientos de páginas con pinturas hermosas, pero que en realidad eran carpetas, todas ellas ilustradas con fotografías enormes y panorámicas de trozos de mierda flotando en retretes, que a su vez, contenían dentro de cada carpeta, decenas y decenas de fotografías pequeñas de otros trozos de mierda de diversas formas, colores y texturas.

Lo que es la vida, mi hermano, de haber nacido unos kilómetros al norte del Río Bravo hubiera corrido con mejor suerte. La gente valoraría lo que hace. Le aplaudirían. Y mucho. La clase alta e intelectual neoyorquina lo asediaría en mitad de la Quinta Avenida para pedirle autógrafos. Desgraciadamente, aquí, en el tercer mundo, tengo que almorzar con él. Y justo mientras comemos frijol con puerco, pozole, puchero, o cualquier otra comida mexicana que parezca salida del culo de un gigante con diarrea que cagó dentro de las ollas de mamá, dice lo siguiente: 

-Que buena cagada me voy a echar al rato –y se acaricia el bajo vientre de modo maternal.

Aquella fue su época de Oro, luego mi hermano cometió el error de casarse con una mujer que piensa (al igual que yo) que cagar es un asco.

-Por el amor de Dios, préstame tu baño –me dice con ambas manos en el vientre corriendo rumbo al baño.

Aunque vivimos en ciudades separadas por 193 kilómetros, hay días en que mi hermano viaja dos horas a visitarme sólo para cagar como en sus viejas épocas de soltero, sin recriminaciones y sin ser desenmascarado por su esposa como el enfermo que es. De hecho, su matrimonio es un éxito porque está basado en un engaño monumental. Tras su candida apariencia de caballero esconde kilos y kilos de mierda que tiene que desalojar furtivamente lejísimos de su casa.

Desde las alturas (o quizás desde las profundidades), un ser Todopoderoso debe estar riéndose a mandíbula suelta. Nos castigaron con un orificio tenebroso y no veo a los premios Nobel de la ciencia trabajando en remediar esta situación. Hoy día el ser humano puede ser convertido de negro a blanco, de hombre a mujer (o viceversa, aunque con menos éxito) o aumentar de talla el busto o de tamaño el pene o modificar a su antojo cualquier parte del cuerpo que desee; sin embargo, con el tema del culo, no hay ni un solo avance.

En el mundo siguen existiendo los niños cuyos profesores no los dejan salir al baño y terminan por cagarse en sus pantalones mientras decenas de compañeros los señalan y se ríen y bautizan con sobrenombres inolvidablemente divertidos pero al mismo tiempo crueles. Para no ir más lejos yo podría nombrar a ciertos empresarios prominentes y respetables de la sociedad que se cagaron y lloraron como unos bellacos en la primaria. Naturalmente, estos jóvenes empresarios habrán borrado los penosos recuerdos de su memoria, pero por fortuna, aún existimos personas que no olvidamos y siempre estamos dispuestos a echar una mano al baúl de los recuerdos y en los reencuentros generacionales de la escuela siempre sacamos el tema en la mesa:

-Ey, Carlitos, ¿recuerdas cuando te cagaste mientras recitabas aquella poesía de Amado Nervo?

Tampoco veo avances en materia laboral. Uno puede justificarse con el jefe diciendo que tienes cáncer, calentura o hepatitis. No así si dices padecer diarrea.

-Véngase inmediatamente a la oficina, Gutiérrez –le dice indignadísimo el jefe a Gutiérrez que llama desde el baño.

¿Acaso una enfermedad que se manifiesta en el culo no es una enfermedad grave? ¿Acaso los jefes creen que cagarse en la oficina es algo que ocurre todos los días como puede ser estornudar en mitad de una junta?

Incluso Tuky, mi perro (que en paz descanse), en su senectud, sabía que cagar era algo malo. Vergonzoso. El pobrecillo avanzaba lentamente escaleras abajo y sin tiempo de salir a la terraza, en contra de su voluntad, dejaba un sendero de cerotes verdes, aguados y apestosísimos.

Abochornado, Tuky nos miraba de reojo con sus ojos de perro diciéndonos:

-Por el amor de Dios, un poco de privacidad no me vendría nada mal; cuando tengan mi edad, ya verán, humanos de mierda. 



Pieza de la época en que mi hermano era un artista