lunes, 27 de septiembre de 2010

Finalmente una novela



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Tengo la sospecha de que en las editoriales, el departamento de lectura de manuscritos inéditos, no es un departamento, mucho menos una oficina donde haya escritorios con empleados con aspecto de ratones de biblioteca dedicados a la engorrosa labor de leer 8 horas al día las cursilerías, dislates, puñetas mentales y/o delirios de grandeza de gente con demasiado tiempo libre que se sienten el ombligo del mundo, o si acaso, la reencarnación mejorada de Miguel de Cervantes.

More...Este departamento, creo, es un bodegón inmenso, lúgubre, al que solo tienen acceso los hombres de la basura y/o las ratas peludas y rabiosas que se deslizan bajo las puertas para roer, mear y defecar sobres cientos de miles de hojas enmohecidas y putrefactas o para recoger toneladas de mamotretos engargolados jamás leídos. O quizás (es mi mayor corazonada), este departamento solo existe en las páginas web de las editoriales para hacer soñar a pobres diablos que anhelan algún día aparecer retratados en la solapa de un libro con suéter oscuro de cuello de tortuga, la pierna cruzada y un montón de libros a sus espaldas, y si hay suerte, un perro labrador a sus pies.

Todo esto lo sé de muy buena fuente, o sea, por mi sentido común. Nadie en su sano juicio, es decir, los dueños y accionistas de las editoriales, pagarían de sus propios bolsillos cuantiosas fortunas para que un puñado de personas se dediquen el santo día a quemarse las retinas buscando a la reencarnación de John Kennedy Toole, y así evitar que se repita otra injusticia literaria. No nos engañemos, la literatura es como cualquier otro oficio, si quieres ingresar a su cultísimo mundo, tienes que llegar de la mano de un Virgilio.


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El día que salí del anonimato, es decir, fuera de los pasquines y/o revistas de cotilleo de la socialité campechana, no fue por méritos artísticos, sino por obra del azar y de mi entrenado hígado de borracho. Eutimio Estrella, mi talentoso amigo escritor, por causas de fuerza mayor no pudo asistir a un encuentro de escritores (traducción: si faltaba a su trabajo en el periódico lo echaban a patadas), entonces urdimos un plan: suplantaría su identidad.

Todo marchó sobre ruedas hasta que me vi rodeado de intelectuales y políticos de primera línea en mitad de un teatro. Si no fuera porque un terremoto cimbró los cimientos y las sillas del auditorio en mitad de mi lectura, ignoro cómo hubiera salido vivo de aquel enredo literario. Dos horas más tarde, para poner los nervios en su lugar, me emborraché en una cantina con el prestigioso director de una revista de fama nacional y le hice creer que era el intelectual que todo México había esperado. No dudó en publicarme, incluso anunció con bombo y platillo mi escrito en la portada de la revista.


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El día más temido de un ilustre escritor desconocido, es cuando pone el punto final a su primera novela. ¿Y ahora qué? Los amigos y familiares se emocionan. Le palmotean la espalda. Se regocijan de conocer a un intelectual de primera mano. Prometen cosas imposibles: leer la novela. Y los amigos intelectuales del escritor prometen cosas aún más improbables: recomendarlo a editoriales prestigiosas y transnacionales, pero la cruel realidad, no nos engañemos, los amigos intelectuales darían las dos manos con las que dicen que escriben todos los días, por tener los cacareados contactos literarios para ser ellos mismos los que salgan del oscuro anonimato que los está matando lentamente.


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Lo que hago a continuación precisa de sangre fría y un buen verbo; no me juzguen, los escritores somos los más grandes mentirosos que existen.

Tengo el mail de un escritor consumado. Con numerosos grupos de seguidores en varios países. Un gordo adorable que ha triunfado del otro lado del charco, lejos de casa. Le envío un mensaje diciéndole cosas puntuales y medias verdades o mentiras a medias como que tengo amigos intelectuales que me han recomendado con editoriales españolas pero que, sin embargo, no tengo un peso encima para mandar el manuscrito de mi novela monumental (no por que sea buena, sino por el tamaño: 422 páginas). Le pido de favor si puede darme el e-mail de algún editor que acepte documentos de Word en vez de hojas impresas. Eso sí, jamás le pido que lea él mi novela, porque lo que diré a continuación es la más pura y dura verdad: me daría una vergüenza enorme que uno de mis héroes literarios se duerma leyéndome.

Mi plan resulta mejor de lo previsto, aunque con un severo problema. Mi héroe literario tiene un corazón de oro. Dice desconocer si existe algún editor que acepte documentos de Word, pero que no hay problema, que le pase los contactos que dicen tener mis amigos intelectuales con las editoriales transnacionales y que él personalmente estará encantado de imprimir mi novela de 422 páginas (y cuantas copias sean necesarias), encuadernarlas bonitas, meterlas en un sobre y entregarlas a todas las casas editoriales afincadas en la ciudad cosmopolita donde vive.

Quedo pasmado frente al monitor de la computadora. Más que por la muestra de amistad y compasión de un escritor encumbrado hacia un perfecto desconocido que busca salir del anonimato, me pregunto cómo demonios le haré para conseguir los nombres de editorialistas importantes que digan haber escuchado de mí.


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Siempre es bueno tener un as bajo la manga. Jamás aceptar que uno es un pobre diablo que pide favores inventándose que se codea con la crema y nata de la literatura internacional.

De rodillas le pido a mi hermanita, la reina de belleza, que me haga un favor. Bicho escucha atenta mi petición y me dice que con mucho gusto me ayuda. Todo sea para que no la deje huérfana también de madre, ya que mamá todas las noches llora en silencio preguntándose qué hizo mal para que su hijo varón sea un hombrecillo que se dedica a las letras y que la avergüenza con sus amigas cacatúas en sus mutualistas y desayunos de la Cruz Roja, mofándose a sus espaldas diciendo que lo peor que te puede pasar, incluso más terrible que tener un hijo maricón, es tener un hijo mantenido y bueno para nada.


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Un actor famoso, el más famoso de México, estrella de uno de los programas más geniales de la televisión norteamericana, en un video le manda saludos a mi amigo escritor consumado y recomienda leer su aclamado blog de crítica televisiva.

La mujer más hermosa del Universo, recién coronada, junto a mi hermanita, en otro video mandan besos y saludos a mi amigo escritor consumado y a todos sus lectores del blog.

Pienso: si el actor famoso no logra conmover las fibras más sensibles del escritor consumado amante de las series de televisión, las dos mujeres más hermosas del Universo sí que lo harán, por más intelectual que quiera aparentar ser uno y pretenda estar en contra de los concursos de belleza.

-Si quieres, yo le enseño las tetas –dice Selva, mi chica-. Mis papás están desesperados por conocerte, tuve que inventarles que eres un escritor publicado en España.

martes, 21 de septiembre de 2010

El aniversario



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Me resisto a creer en supercherías, pero desde que la bruja Betty me dijo en el año 2002 que me convertiría en un escritor best-seller cuando apareciera en mi vida una chica de nombre imposible y más loca que una cabra, no he dejado de involucrarme en relaciones peligrosas con mujeres de tornillos sueltos. No es de extrañar entonces que desde el 2002 decidiera de golpe y porrazo abandonar mi meteórica carrera como vendedor en un corporativo transnacional para dedicarme al poco glamoroso oficio de las letras y convertir en mi musa a cada mujer con la que me involucraba sentimentalmente, primero escribiéndoles los poemas más cursis y patéticos jamás creados, y después, convirtiéndolas en protagonistas de cada uno de mis fallidos intentos de novelas.

More...No hubo chica que no se emocionara al conocer la historia de la bruja Betty. El mejor afrodisíaco no son los mariscos, el alcohol o la yumbina, sino la inmortalidad que brinda un best-seller.

-¿Verdad que seré yo la mujer que te haga famoso? –preguntaban todas mis chicas con ojos soñadores, pero lo que en realidad querían decir era: más te vale que sea yo la protagonistas de todas tus novelas, ya me estoy hartando de que me vean mis amigas de la mano de un muerto de hambre.

Paulina, Martina, Valentina y otros nombres propios de mujer fueron los títulos de mis proyectos de novelas, todos ellos rechazados por el FONCA, Fundación para las Letras Mexicanas y otros organismos tanto privados como gubernamentales que dicen apoyar a los artistas torturados y desesperados por salir del anonimato y la hambruna.


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Selva Rodríguez es una superestrella de las redes sociales del ciberespacio. Sus casi cinco mil amigos en el Facebook y el más de un millón de visitantes en Myspace lo avalan. Mujer camaleónica en su aspecto, modo de hablar y comportarse. Artista, diva, estrella porno, groupie, casta, pura e hija de papá. Obsesiva compulsiva. Meta en la vida (por ahora): poseer el culo monumental de Ninel Conde.

En un día como hoy pero hace exactamente doce meses, sentada a horcajadas sobre mí, sus rodillas aplastándome las manos, me miró a los ojos y me dijo que fuera su novio. Dudé. Mi instinto de supervivencia me advirtió que era peligroso involucrarse con una perfecta desconocida, o mejor dicho, con una chica que había visto solo un par de veces en carne y hueso fuera del monitor de mi computadora.

-¿No quieres ser mi novio?

-Sí.

-¿Sí qué?

-Sí quiero ser tu novio.

Selva me liberó apartando sus rodillas de mis brazos. Me dio un beso y encendió un cigarro.


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Me prometí a mi mismo jamás volver a contar la historia de mi visita a la casa de la bruja Betty en el lejano 2002. No resistí, mi secreto permaneció oculto solo dos meses.

-Perfecto –dijo Selva colocando el enésimo cigarro de la noche en sus labios-, vas a escribir sobre mí, si te rechazan el proyecto, te dejo.

Todos los días Selva me platicaba una historia nueva sobre su vida, por ejemplo, que descubrió la fascinación de ser una exhibicionista desde el kinder, donde acorralaba al final de los recreos a su amiguito José y le decía “mira”, bajándose el calzón. O el día que su nana le descubrió tres remolinos en la cabeza y le advirtió a su mamá que ella sería una niña mala, que daría muchos problemas. O el día que asesinó y resucitó a 26 pollitos. O la vez que en clase de gimnasia se agarró a trompadas en los baños con una niña con síndrome de Down que le robó su mochila de Hello Kitty. O lo traumático que fue regresar a la secundaria luego de las vacaciones de verano en donde le brotaran de la noche a la mañana unas tetas supersónicas que solo pudieron ser contenidas por un brassiere talla 28 i. O cuando fue expulsada de todas las escuelas de monjas de la ciudad y en castigo sus papás la inscribieron en una escuela de poca monta donde sus compañeras le pedían autógrafos porque se pintó el pelo rubio platinado y se parecía a Cristina Aguilera y a Paris Hilton. O el día que su mejor amigo le dijo que se iba a matar si no le daba un beso y se convertía en su novia. O cuando las rezadoras amigas de su mamá expulsaron a 33 demonios que vivían en su cuarto. O la primera y única vez en su vida que se subió a un camión para salir de extra en la película Antes que anochezca y terminó enseñándole a jugar lotería a Javier Bardem en su camerino. O la primera vez que fue a la disco y un famoso cantante de canciones cursis le susurró al oído que quería darle un cojín marca diablo. O cuando su mamá la inscribió a la fuerza a un curso de etiqueta social llamado “Dale color a tu vida” impartido por una ex Señorita México donde todo el alumnado eran señoras desesperadas y golpeadas por sus maridos. O los celos incontrolables de su ex novio ex integrante de una banda de rock ex famosa. O sus peripecias para mantener oculto su pequeño secreto: ser la cantante travesti de rimas inflamadas de una banda de reggaetón. O ser la groupie favorita de cocainómanos consumados que aparecen en MTV. O la musa inspiradora (vía Skype) de las puñetas rabiosas y explosivas del máximo exponente musical chileno. O la amante del cosmopolita diseñador de productos afincado en la Gran Manzana. Y 349 etcéteras.


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Estamos en un restaurante italiano. Selva y yo cumplimos un año de estar juntos. Apenas hace unas horas logré escapar del infierno que es el DF. Selva levanta su coca-cola y brinda por nosotros. Me confiesa que tuvo terror que los jueces del FONCA rechazaran mi proyecto.

-Lo único realmente imperdonable en esta vida es tener una biografía aburrida –dice.

La miro y me pregunto qué habré hecho para merecer este regalo que apareció de la nada, o mejor dicho, de Internet. Una mezcla de Peggy Bundy y Penélope Cruz. Selva enciende su cigarro 23 de la noche.

-Mis tíos nos invitaron a almorzar mañana –dice.

-No, gracias.

-Tranquilo –Selva desliza unos billetes sobre la mesa.

Quedo pasmado. Nunca imaginé que llegaría el día en que mi chica tuviera que sobornarme para asistir a los almuerzos con su familia.

-Vamos a comer en un restaurante de la playa.

-…

-Quiero que vean que tú pagas la cuenta –Selva le da una calada al cigarro.

Vuelvo a quedar pasmado.

-Lo sé, es humillante –Selva succiona el cigarro.

La siguiente media hora Selva se dedica a explicarme que sus tíos, los únicos familiares que quiere de su familia, han empezado a cuestionarla, en especial su tío, General del heroico ejercito militar, quien aseguró que eso de escribir lo hace cualquiera, de hecho él podría escribir un libro si no estuviera tan ocupado confiscando cargamentos de cocaína.

-La cuenta, señorita –dice el mesero, entregándole a mi chica una pequeña carpeta de cuero; al parecer la vio deslizar unos billetes sobre la mesa, llevándolo a la conclusión de que soy un prostituto, un vividor o un mantenido.

Indignado, tomo la carpeta de cuero y pago la cuenta. El mesero se retira.

-Toma –dice Selva deslizando otros billetes sobre la mesa.

-No pienso aceptar tu dinero –digo enfadado.

-No estoy jugando –Selva se pone otro cigarro en la boca-. Mis tíos creen que ganas dinero escribiendo.


lunes, 13 de septiembre de 2010

Nadie escapa del destino


“A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo.”
- Jean de la Fontaine



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Durante 6 larguísimo años, siempre lejos de casa, esperé ser despertado con la buena nueva de que la critica literaria nacional me acogía entre su selecto club de intelectuales. Traducción: recibir la noticia de ser un becario FONCA. Sin embargo, más que el dinero, lo que en verdad anhelaba yo era ver mi nombre impreso en los principales periódicos del país, o sea, darle una cachetada con guante blanco a todos mis enemigos, entiéndase por ellos, el licenciado Cara de Sapo, el círculo de cacatúas literarias de la Universidad Autónoma de Campeche y, en especial, al rey de los puteros.

More...La segunda quincena del mes de agosto es marcado en el calendario con rojo azabache o con un color fosforescente por todo escritor serie B, o de segunda o tercera división. El escritor serie B, mejor conocido por publicar en periódicos, pasquines y revistas de cotilleo (todos de provincia), es un sujeto soñador, amante de las proezas deportivas y/o gestas bélicas hollywoodenses. No es de extrañar que antes de irse a dormir, en especial la segunda quincena del mes de agosto, sus fantasías giren en torno a él, la nariz rozando el periódico y/o la pantalla de la computadora, las lágrimas desbordadas de los lagrimales, los puños al aire, al encontrar su nombre finalmente publicado después de tantos años de rechazo.

En mis afiebrados sueños de verano, lo mío era correr cuan largo es el malecón hasta el bar La Tasca, a lo Marco Tardelli en la final de España ´82, meneando la cabeza enloquecida de lado a lado, los puños apretados, y Pedro, Eutimio Estrella, Juanito, William, Hortensia y toda la movida campechana, tirándome de la camiseta a mis espaldas para derribarme y hacerme bolita en una celebración multitudinaria.


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Todo comenzó una inusual, fría y nublada mañana de diciembre del año 2002. Juan Camilo, Brito y yo estábamos decididos a conocer nuestro destino.

-Los estaba esperando –dice doña Betty con aire misterioso al abrir la puerta de latón de su casa.

-Asu, esta bruja sí que ha de ser buena –dice Juan Camilo en un susurro.

-Sí, buenísima –dice Brito-, justo ayer hice la cita para hoy.

La casa de doña Betty, alias, la bruja Betty, está en las afueras de la ciudad, zona mejor conocida por el INEGI como los cinturones de pobreza del Estado. No en balde Juan Camilo, hijo del secretario de gobierno, le dijo a Lucas, su chofer, que llevara el cuerno de chivo por si las flies.

-Gracias, Juanito, pero a mí esas cosas de brujería me dan cosa –dijo Lucas quedándose dentro de la camioneta cuando el hijo del patrón lo invitó a entrar a casa de doña Betty para que le leyeran su futuro.

-Ándale Lucas, no seas culero –insistió Juan Camilo-, yo te disparo la sesión.

-Gracias, Juanito –se resistió Lucas a salir de la camioneta-. Yo sí sé bien clarito cuál es mi futuro en la vida.

En el patio, infestado de bichos y yerbajos, un pato persigue a una gallina.

-Mira, sexo interracial –dice Brito.

-Asu –exclama Juan Camilo-, qué miedo da este lugar.

Seguimos a doña Betty hasta un cobertizo al fondo del patio. Ella se voltea y nos dice:

-Solo puede entrar uno a la vez.

-¿Y cuánto cobra? –pregunta Juan Camilo.

-Cincuenta pesos –responde doña Betty.

-¿Segura que sí es buena, señora? –dice Juan Camilo.

Los pelos se me ponen de punta. Una cosa es que sea ateo y no crea en dioses, brujas, supercherías y otros tipos de timos, pero una muy distinta es encontrarme en los requintos infiernos en la casa de una señora con el físico de Martha Villalobos donde se pone en entredicho la credibilidad del oficio que le da de comer.

Doña Betty se nos queda mirando. Pone cara sombría, peligrosa. Rompe el silencio (para sorpresa de todos) soltando la barbaridad de que ha nacido con ropa.

-¿Cómo qué con ropa? –dice Juan Camilo, los ojos redondos como ciruelas-. O sea, ¿nació usted vestida?

La bruja asiente satisfecha.

Reprimo una carcajada, más me vale, a un costado mío un pato copula con una gallina.

-¿Con calzón y toda la cosa? –prosigue Juan Camilo con su interrogatorio.

-No –dice la bruja visiblemente indignada-. Solo con un ropón.

-¿Y dónde está el ropón? –dice Juan Camilo.

-Se lo comió la serpiente.

-¿Una serpiente?

-Sí –dice la bruja señalando nuestros pies-. La que apareció justo ahí.

Con la coordinación de una barrera de fútbol, Juan Camilo, Brito y yo pegamos un brinco.

La bruja se ríe de nuestro patetismo. Luego agrega:

-Era una serpiente con cuernos de chivo.

Pienso: el único cuerno de chivo que quiero ver a estas alturas es el que Lucas esconde debajo del siento de la camioneta para matar zetas y/o indios revoltosos. Imagino a Lucas, mi héroe, abriendo fuego y rescatándonos del surrealista patio trasero de la bruja.

Entonces, antes de que Juan Camilo pudiera preguntar dónde está la serpiente de los cuernos de chivo, doña Betty explica que la serpiente después de comerse su ropa de nacimiento, se le cayeron los cuernos de chivo y también se los comió, y luego se comió su cola hasta devorarse a si misma y despareció en la espesura de la noche.

-La típica señal de que yo había nacido con el don –dice la bruja.

-Asu –dice Juan Camilo, la boca abierta.


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-Y qué, ¿cómo les fue, Juanito? –dice Lucas al vernos subir a la camioneta.

-Puras mamadas –dice Juan Camilo.

-Sí, puras mamadas –secunda Brito a Juan Camilo.

Lo que ocurrió fue lo siguiente. Juan Camilo fue el primero en entrar al cobertizo, pues Juan Camilo siempre tiene que ser el primero en todo, el número uno, no por nada su papá fue el único secretario de gobierno en toda la historia del Estado en aventarse tres sexenios.

-Pinche bruja se me queda viendo con unos ojos de loca… –dice Juan Camilo desde el asiento del copiloto girando la cuello 180 grados como Linda Blair en El Exorcista- y que me dice: “a ti ni como ayudarte, vas a fracasar en todo lo que hagas en la vida”. –Juan Camilo finge una carcajada-. Y como soy reputo le dije que no mame, que tire las cartas otra vez y que me diga cosas buenas como todas las brujas buenas que te dicen que vas a ser rico y famoso.

-¿Y qué pasó, Juanito? –pregunta Lucas intrigado-. ¿Volvió a tirar las cartas?

-Sí, me dijo que estoy peleado con el Universo –dice Juan Camilo-. Tuve que pagarle el doble para que me dijera que voy a ser un chingón.


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Nota informativa: en el año 2010, año del bicentenario, en 80 años de historia que tiene el Partido Oficial gobernando el Estado, nunca jamás había perdido unas elecciones municipales, hasta que Juan Camilo coordinó la campaña de su papá, el ex secretario de gobierno, recibiendo una paliza nunca antes vista en las elecciones que ni siquiera pudieron paliar los mapaches que robaron las urnas llenas de votos en las colonias populares donde se sabía la oposición arrasaría.


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-¿Y a ti cómo te fue, güero? –pregunta Lucas, chofer curioso, el cuello torcido desde el asiento del piloto.

Brito y Juan Camilo me miran expectantes.

-Igual, puras mamadas –digo nervioso, mirando los agujeros de mi camiseta deshilachada.

-Pero qué te dijo la bruja –insiste Lucas.

-Lo que a todos, que voy a tener fama y fortuna –digo.

-¿Nada más eso? –dice Juan Camilo mirándome inquisitoriamente.

Ni loco pienso confesar la barbaridad que me dijo la bruja Betty, o sea, que soy un ser iluminado que conseguirá todo cuanto desea, pero eso sí, esto será hasta que aparezca en mi vida una mujer con un nombre insospechado, más loca que una cabra y de la cual me enamoraré como solo se enamoran los dementes.

-Sí, solo eso dijo –miento.

-Ay, no mames –dice Juan Camilo.


6


Estoy más lejos que nunca de casa. En el DF, ciudad inmensa, monstruosa, que tanto me aterra y saca mi peor versión de provinciano asustadizo. Capital a la que me recomiendan emigrar mis amigos literatos si es que deseo ser algún día un escritor de primera línea, ascender a la primera división o premier league.

Pese a lo que puedan pensar y creer mis enemigos, no estoy buscando fortuna o salir de mi provincianismo o convertirme en un hombre cosmopolita que se pasea enfundado con sacos de parches en los codos por las colonias Condesa y Polanco. No. Muy a mi pesar, estoy por asuntos familiares. Apagando fuegos. Documentándome, o sea, leyendo revistuchas y horrorosos libros autobiográficos escritos por una Miss Universo y viendo programas de cotilleo donde insectos rastreros difaman a mi pequeña hermana Bicho, la reina de belleza. Así que todos los días, sin excepción, lleno mi cabeza con más basura de lo que acostumbro. Tomo nota. Palabra por palabra. O sea, todas las palabras dichas o escritas por sabandijas. Animalejos sin escrúpulo alguno.

Al llegar la noche caigo rendido. Con los ojos hinchados por el smog y por la radiación excesiva de la televisión. Pensando en cada una de las palabras que le diré a Rosita Stewart, la ex Miss Universo, jefa de Bicho, para que ella, señora magnánima, no le quite la corona a mi hermana basándose en los chismeríos que le cuentan sus amigos y que luego aparecen publicados en revistas de cotilleo, como por ejemplo, que mi hermana padece bulimia, entre otras cosas horribles.

En eso están centradas todas mis fuerzas. Y en nada más. No tengo más cabeza que para pensar en la defensa de Bicho. Paliar su sufrimiento y angustia. Demostrar su inocencia, clamar justicia y hacer que se traguen todo su veneno las alimañas ponzoñosas. Dejar en claro que un escritor mediocre y muerto de hambre también sabe defender con uñas y dientes a sus seres queridos. Ese es ahora mi mundo. Mi único panorama. No es de extrañar que haya olvidado en la calurosa provincia, a cientos de kilómetros, mi enorme calendario, es decir, la hoja de la segunda quincena del mes de agosto marcada con color rojo.


7


Son las cuatro y media de la madrugada. Suena mi celular. Me pregunto quién podrá ser el subnormal que llama a estas horas.

-¿Bueno? –digo, aún dormido.

Del otro lado de la línea escucho gritos, música. Belinda o tal vez Miley Cyrus.

-Papi, estoy bailando de felicidad, como loca. Te dije que te cambiaría la vida.

Aún dormido, le digo a Selva, mi chica, que no sé de qué diablos me está hablando, que es una inconciente, una borracha desconsiderada por despertarme a tan imprudentes horas.

-Chinga tu madre –dice Selva-, ganaste el FONCA.